Este modelo define la discapacidad como resultado de las barreras de diversa índole presentes en el entorno, que limitan o impiden la interacción entre las características individuales (físicas, psicosociales, intelectuales o sensoriales) y las condiciones del entorno físico, social, comunicacional, económico, político e institucional. Desde esta perspectiva, al entender que la discapacidad no es el diagnóstico médico de una persona ni sus características bio-psico-sociales o intelectuales, se comprende también que las causas que originan la discapacidad no son religiosas (como en el modelo de prescindencia) ni científicas (como en el modelo médico), sino socioculturales. Esto implica reconocer que las personas con discapacidad pueden aportar a la sociedad en igual medida que el resto de los seres humanos, independientemente del diagnóstico médico que posean. En este modelo se reconoce a las personas con discapacidad como seres humanos con plenos derechos, en igualdad básica con las demás personas, aunque se entiende que, en algunos casos, podrían requerir medidas específicas para acceder y ejercer sus derechos en igualdad de condiciones y oportunidades.